MI SEGUNDO PASSATORE Y UNA SENSACIÓN AGRIDULCE !!!

Tras haber experimentado lo que se vive corriendo el ultra-maratón más bonito de Italia el año pasado, era de esperar volver en la siguiente edición. Sólo tenía que cambiar el entrenamiento previo para hacer, o al menos intentar hacer una mejor actuación (9:24:17). El año pasado corrí las 7 semanas previas 7 maratones alternando ser pacer con «competir», y a falta de dos semanas el evento el Helsinki de 42k+21k. Llegué fuerte en maratón, pero no para lo que viene tras los 42k, por lo que me faltaron kilómetros finales, apareciendo el «muro» demasiado pronto. Otro de los motivos de ese pequeño fracaso, sin duda fue el haber salido demasiado explosivo durante los primeros 35 kilómetros (ese punto de control lo pasé en segunda posición absoluta); pero este año la planificación era completamente distinta:

  • 6 de abril: maratón de Milán (pacer personal de Richard Whitehead) (cambios de ritmo)
  • 13 de abril: maratón del Campeonato Europeo en Lueven (fuerte)
  • 20 de abril: 10k competición
  • 27 de abril: maratón Aveiro (pacer 3h)
  • 4 de mayo: 10k competición
  • 11 de mayo: maratón Mem Martins (competición)
  • 17 mayo: maratón más media maratón Helsinki (pacer 3h + competición)
  • 18 de mayo: maratón de Riga (rodaje cómodo)

Resumiendo lo anterior, las 8 semanas previas, alternar maratones a ritmos controlados, con carreras cortas explosivas, con maratones más fuertes, y un ultimo fin de semana con dos maratones y medio en menos de 24 horas. Apriori, era una prueba ensayo y error, pero resultó finalmente ser sencillamente perfecta.

Me presento en Bolonia el viernes a última hora de la mañana, para casi casi ir directamente a la cama para prender el autobús de la organización desde Faenza a Florencia. Estoy invitado por el club que organiza el evento y eso es un auténtico lujo. Tanto Stefano como Saioa me van a acompañar durante todos los 100k en bicicleta, así que el tema del soporte tanto físico como moral será envidiable. Tras comer sobre las 12:00 me voy andando al centro de la ciudad y doy algún paseo retomando contacto con el impresionante ambiente que se respira.

Hay 22 grados a la hora de la salida; probablemente la mejor temperatura en los últimos años según dicen los veteranos. Me despido de mis acompañantes poco antes de la hora, y espero tan ansioso como nervioso las 15:00. Pistoletazo de salida. Si algo tengo claro desde antes de salir de casa es que no haré lo que el año anterior, y mediré mis esfuerzos a cada paso, por lo que sin preocuparme de cuántos corredores me adelantan en los primeros cientos de metros, mantengo un esfuerzo constante bajo. Los primeros 4 kilómetros, que son llanos, marco un ritmo de entorno a 4’05/km, que aunque parezca rápido, realmente no lo es debido a la euforia de salir de la Piazza de Santa Maria di Fiore y correr por por las calles de Florencia mientras nos alejamos de la misma para comenzar a subir hasta una de las vistas panorámicas más bonitas de la ciudad. Esta tendida subida llega hasta el kilómetro 17, y la única pantalla en mi reloj es la del pulso; otra de mis estrategias: olvidarme del ritmo y centrarme en las pulsaciones. Mantengo a 135ppm en las subidas.

Desde esta cima, km17 hasta el 32 es una pronunciada bajada. Hay dos kilómetros tenebrosos en los que sin duda el año pasado cometí el error de no frenar marcando varios parciales por debajo de 3’20/km, y así rompiendo musculatura. Este año tenía claro que no iba a pasar lo mismo. ERROR !!! Frené un poco, quizá demasiado, y sin decir nada de lo que había sentido en esos momentos a mis soportes, continué. En el 32 (Borgo San Lorenzo) comienza LA SUBIDA. Una subida de 16 kilómetros constantes con tramos del 14% de inclinación. Solo miro el reloj cuando suena, y de vez en cuando para controlar el pulso, que sigue igual que antes, pero ya no puedo más del dolor y tengo que parar. Tanto Saioa como Stefano, que me habían estado felicitando constantemente por la perfecta gestión, se asombran al verme parado.
¿Qué había pasado? Había pasado lo que no tenía que pasar, pero que podía pasar. Bloqueo en las lumbares al frenar en la bajada de los kilómetros 20 y 21 (inclinación de -15%). Mi espalda no me dejaba correr. No me permitía dar una zancada limpia y eso era el kilómetro 35. La frustración de no saber qué hacer para desbloquear. La rabia de no poderme creer en lo que estaba pasando me desmotiva por completo. No pensé (aún) en salir del circuito, pero lo intenté y lo intenté infinidad de veces. Paraba cada 10 minutos estiraba mi encorvada espalda durante 4 o 5 mínimo.

Antes de llegar a la cola, parece que me recompongo un poco, pero ahora pienso que todo estaba en mi imaginación. Estaba bien jodido. El caso es que en La Cola (la cima) que es el 48 estaban mis amigos Irene y Stefano (el speaker) y aprovecho tanto para saludarlos como para descansar unos segundos mientras tengo el micrófono en la boca.

De ahí, sólo queda bajar. Bajar 52 kilómetros más jodido que contento. Pero, aunque ahora pienso en cómo lo hice, creo que algo tiene que ver con mi espíritu de competición, ese que saco cuando no hago la labor de pacer.
Antes de comenzar a bajar, estiro de nuevo, y curvo la espalda hacia atrás provocándome una fuerte contractura en el diafragma la cual me impide respirar en condiciones óptimas. Mi desesperación no me deja centrarme en lo que estoy haciendo y comienzo a hacerme un masaje en la zona (como ya me pasara en el maratón de Riga 2024). Al menos media hora de penurias que tengo que acompañar con mi dolor de espalda. Continuo como puedo, disfrutando del maravilloso paisaje que las montañas de la Emilia Romagna nos regala, mientras la noche va cayendo. Eso, mi cabeza aún no lo comprende. Acostumbrada a ver amanecer, en caso; el ocaso en una prueba de tantas horas, la mente pasa una mala jugada.
Al igual que el año pasado, los 100k del Passatore, comienzan en Marradi. Localidad vestida para la ocasión, exactamente en el kilómetro 65. Todos los que han corrido este evento dicen lo mismo. En Marradi empezamos. Ojo !! En Marradi empieza el ultra, y yo estoy como estoy. Me derrumbo por momentos. Corro por inercia, pero arrastro los pies. No hay zancada alguna. Mi espalda está aún más bloqueada que hace 4 horas y comienzo a desesperarme, porque 30 kilómetros no los voy a hacer en 1h50 como en un maratón alegre, sino quizá 3 horas con un poco de suerte.

La noche ya está cerrada. Estoy parando en cada avituallamiento a beber, comer y estirarme. La Coca-Cola y el té caliente me dan bastante vida. La temperatura ha bajado hasta los 9 grados y eso también cuenta para todo lo que llevo encima, pero parece que aún no me doy por vencido. Voy de avituallamiento en avituallamiento a paso lento, pero voy. Llego y paro. Paro y sigo. Todo esto, mientras soy consciente que tengo «esperando» a mis soportes, y eso me da bastante ansiedad.

Kilómetro 82 y quizá el punto clave de mi resurrección. Como decía antes, mi espíritu competitivo es grande. Primero conmigo mismo, y después, con los demás. En ese avituallamiento, mientras me estoy recomponiendo, mi gran amigo Marc pasa de largo mientras saluda diciendo que está «reventado». Mi cabeza, a veces es muy traicionera, pero otras tantas está «cariñosamente» cuerda, y me dice: «Jaimito, vas a entrar por delante de Marc, sí o sí». Como dice un refrán: «amigos, pero la burra a la linde»; así que comienzo a correr entre puntos de avituallamiento aunque igualmente paraba a estirar, y cuando llagaba Marc, salía yo.

Así hasta que en el último punto de refresco y comida, +kilómetro 95, resurjo igual que las cenizas del Ave Fénix, y ni espalda ni abdomen, ni piernas ni cabeza. Enfilo carretera a altos ritmos (4/km), recorriendo los últimos dos, kilómetros 99 y 100, a ritmos de 3’30 y 3’40/km. No me quiero preguntar de donde salió eso, pero el coraje, la garra, la ira también, la rabia de lo que iba a ser y no fue, estoy seguro que me dieron fuerzas para acabar como si nada malo hubiera pasado. Tiempo oficial de 9:53:40 (+1500m), así 30 minutos más que el año pasado, y también casi dos horas de lo que creía que iba a hacer. Estaba perfectamente entrenado y este planning lo llevaré el año que viene, porque tengo claro que volveré.

Salgo de dudas, si las había, y tengo claro que no sólo se corre con las piernas, sino también con la cabeza y el corazón; que hay muchos condicionantes en cualquier prueba, y en este caso, mi espalda me frenó, pero no me detuvo. La pasión con la que vivo esto de correr pudo más que cualquier dolor, porque el dolor es pasajero en mi caso.
Sinceramente, muy feliz por la carrera y la gestión.

Le doy gracias infinitas a Saioa y Stefano por esas 10 horas de compañía en carrera, a todos los que animaron desde casa, a la organización, a los voluntarios, al club, al Passatore en general y a la vida, porque me ha brindado con el permiso de hacer todo esto. GRACIAS !!!

Próximo evento: maratón nº100: ARUBA el 8 de junio.

SALUD & KMS