LO QUE IBA A SER Y NO FUE.

Primero pongo en situación y después se entenderá el encabezado:

Correr en Roma es la mejor de mis excusas para volver a visitar esa bella y eterna ciudad. En mi calendario runner, el maratón de Roma está marcado en el casillero de los fijos desde hace 3 años, al igual que el de Pisa, y habiendo corrido el año pasado el ultra-fondo de las 6 horas, repetir, era una muy buena opción para hacerlo aún mejor que entonces, cuando logré un quinto puesto absoluto con un registro de 67,269km. En aquella ocasión llegué pasado de kilómetros tardíos y con mucha fatiga y cansancio. Esto, desde que decidí volver a correr el ultra, me daba una gran ventaja para mejorar mi marca del 2022.

Desde el primer momento, soy consciente que «sólo» soy maratoniano, y todo lo que pasa de 42k es «nuevo para mí», aunque algún pinito sí que hago, como el pasado 13 de mayo en Helsinki en el que fui segundo absoluto en su doble de 42,2+21,1. (63,3k en 4h29’47»), por lo que habría que entrenar con un plus importante para afrontar este ultrafondo. Éste iba a ser mi quinta ultra-distancia, y ganas no me faltaban. (100k de Växjö, Triple de Oslo, 6 Ore di Roma, Doble Helsinki).

Mi último maratón había sido el que corrí en tierras de Normandía el pasado 4 de junio con un gran registro para el que fue mi décimo maratón del año. Mis piernas, algo cansadas estaban preparadas para unas semanas más de carga. Soy mi propio entrenador, como ya se sabe, y nadie mejor que yo para saber lo que soy y lo que no soy capaz de hacer durante ese mes entre evento y evento:

La primera semana sería completamente de descarga y «reposo, con 4 salidas de 10 kilómetros y otras dos sesiones de bicicleta de una hora cada una. La semana dos, sería de carga. Carga hasta tal punto que en todo el tiempo que llevo corriendo no había tenido. Empezando con 21, 30 y 15 kilómetros, jueves entrenamiento cruzado, rematando la semana con una activación de 10k el viernes para el día siguiente hacer la tirada larga (muy larga de 50k a ritmo de 4’09 desde la plaza mayor de Palencia a la plaza mayor de Valladolid); el domingo para acabar, media maratón de Campaspero a ritmo de 3’43/km, aunque reconozco que sólo iba a soltar piernas con un dorsal en el pecho. Total 147km corridos a ritmo medio de 3’58. La tercera semana, hubieron dos rodajes en tres días de 30k cada uno, para sumar 80k con los demás. La cuarta semana, también de carga, sumando un total de 102k, repartidos en tres rodajes importantes de 21k, 38k y 24k. La última semana, totalmente de tapering, 4 rodajes muy cortos y controlados en ritmo.

Haciendo un análisis y auto-crítica, reconozco que todo iba sobre la marcha, llegando descansado y con las piernas a tope para hacer un registro en torno a 76-80k, pero Roma en julio es Roma en julio. Las previsiones daban en torno a 36 grados diurnos mientras volvía a perderme por la Cuidad Eterna los días que iba a estar por allí, y así fue.

Vuelo el viernes, junto a mi madre y hermano que aprovechan mis dotes de guía por Roma, y cómo no, por Saioa, que de nuevo me avituallará y apoyará física y moralmente durante esas 6 largas horas del sábado a medianoche. Desde el aterrizaje hasta el comienzo de la prueba, prácticamente fue tiempo de turismo, con lo que eso acarrea, pero seguía fresco.

El sábado, nos recogemos para descansar y cenar a media tarde, 37 grados y bastante humedad. Ceno dos platos de pasta con queso y cometo el que para mí, ha sido el causante de «mi gozo en un pozo». Soy intolerante a bastantes alimentos, y otros tantos no me hacen bien, pero con ese calor, pensé que un poco de sandía me refrescaría. Tan bien entró, que fueron varios (bastantes) trozos los que comí.

Sobre las 21:30, recogemos a unos amigos de Andrea, mi anfitrión de nuevo, y vamos a la Vila di Santics. La acogida es maravillosa, saludando de nuevo a muchos amigos italianos; hay muchos corredores. Muchos más corredores que la edición pasada. ¿por qué?, pues porque este año, las 6 Ore di Roma es Campeonato Nacional. Además de muchos aficionados, estarán los y las mejores dando vueltas de un kilómetro al circuito homologado del Santcis.

Recojo mi dorsal, el 185, y tras un pequeño descanso mental, me coloco en línea de salida. Puntual, se da la salida a las 00:01.

Desde el primer metro, me pongo en cabeza. Un corredor (el que el año pasado fue cuarto a 122 metros de mí) va a mi lado. El ritmo inicial es de 4’22/km y pienso que voy demasiado «lento», pero para mi sorpresa, después de mantener unos metros de conversación, me dice que el va a ir a otro ritmo, y se deja caer. Voy sólo desde la primera vuelta: De hecho, esos 28 grados que habían, me hacen romper a sudar, cosa que me asusta un poco y cambio la estrategia de hidratación. Me mantengo a ritmo de 4’30. En la tercera vuelta empiezo a adelantar corredores y viene uno de los problemas, y es que la cantidad de polvo generado en ese camino seco es impresionante. Como si del Paris-Dakar se tratara, la estelas de polvo que describimos al correr, te ahogan, y lo mejor que se puede hacer es mantener la respiración.

Con la estrategia de hidratación retomada, aviso a Saioa en la vuelta anterior a beber, qué voy a beber, aunque durante prácticamente toda la prueba, alterno agua y agua con CHO (compuesto a base de maltodextrina, almidón de maíz y otros compuestos que me aportarán la gasolina que tanto voy a necesitar).

Sobre los 40 minutos de carrera, es decir, ni siquiera el décimo kilómetro, noto un malestar en mi zona abdominal. Me toco y está muy fría. Siento que he tenido un corte de digestión. Me cuesta respirar. Estoy hinchado, y no hago más que gasear. Lo asimilo más o menos bien, aguantando ritmo hasta el kilómetro 35, hasta que me doy cuenta de que el malestar que tengo es exactamente el mismo que cuando como algo que mi cuerpo no asimila bien. Empiezo a preocuparme.

Las tres primeras horas en cuanto a la clasificación no han cambiado de líder, siendo un tal Jaime Gutiérrez, quien aparece encabezando las listas que van colgando en la pared cerca de la zona de avituallamiento. Pero hasta ahí. En el kilómetro 45 paro en seco, cojo aire, me toco la zona del abdomen y continúo pensando en todo lo que queda. Bajo el ritmo considerablemente parando cuando mi cuerpo lo necesita; unas veces para estirar, otras para rotar los tobillos ya que los tengo bloqueados, o para charlar con Saioa, que me ve cada vez peor (algo lógico también). Me adelantan en cada vuelta un gran número de corredores y cuando sale la clasificación de la cuarta hora, ya he bajado a la cuarta posición. La cabeza está empezando a jugarme una mala pasada, así que pido a mi equipo que me acompañe unas vueltas. Saioa preparada para la ocasión, no lo duda (tampoco lo dudaba yo), y se coloca a mi lado, con un dorsal sin chip, para acompañarme en mi penitencia. Ritmos de 6’50/7 lo corroboran, pero como me dijo en una ocasión Iván Penalba López, «andando, se suman metros». Mi amigo Andrea, me adelanta de nuevo, y no me anima, sino me (casi)obliga a coger ritmo. De repente corremos unos 3 kilómetros a ritmo de 5’40 y eso a esas alturas de la noche es brutal, pero me desgasta demasiado, y le digo que por favor siga sólo.

El alba comienza a despertar tímidamente, y a cada vuelta, el color del horizonte cambia. Ese es también uno de los motivos por el que he vuelto a este evento: l’alba. Mis piernas no quieren dar ni un paso más, pero mi compañera, recibe una llamada: mi familia ha madrugado y van a llegar antes de las 6 de la mañana para verme acabar. Un par de sollozos entre emoción incontrolada hacen que siga con las fuerzas justas para seguir arrastrando las zapatillas. Los minutos pasan, el sol resbala donde la vista alcanza y quedan escasos minutos para acabar, por lo que recojo mi testigo para que los jueces contabilicen los metros de la última hora.

6 de la mañana. Mi quinta ultra-distancia está acabada. Abrazo a Saioa entre suspiros con mezclas de malestar, agotamiento y emoción. Mi cuerpo esta hecho polvo, el estómago lo tengo como nunca, y no hago más que intentar vomitar.

Un final agónico el mío, en el que la emoción de ver a mi madre y mi hermano allí, con sueño de haber madrugado, pero mucho menos que cualquiera de los que estábamos presentes. Tras unos minutos de recuperación (quizá demasiado tiempo), recojo mi medallón, que no me cuelgo. Ese trabajo se lo encomiendo a quien realmente me hacía más ilusión que lo hiciese.

Tras un buen rato de espera, me dicen que he sido décimo absoluto. Décimo absoluto con una distancia oficial de 62,764km, es decir en torno a 6 kilómetros menos que en la edición pasada, unos 15 kilómetros menos de lo que había pensado y no fue. Décimo en un Campeonato Nacional, que teniendo en cuenta que el ganador conquistó la prueba con poco más de 72k, reconozco que mi actuación 2023 no ha estado nada mal. Por lo tanto, como decía al principio de la crónica, las 6 Ore di Roma, quedan marcadas en mi calendario runner para volver todos los años a disfrutar de una prueba que no es la mía, pero que conozco por partida doble. De los errores se aprende y el año que viene, entre otras cosas no cenaré sandía.

Tras otra larga espera mientras se entregan los premios, llegamos poco antes de las 10 de la mañana para no sin antes darnos una ducha, dormir un poco y aprovechar la última tarde de turismo romano.

Andrea y Laura, María y Víctor, Federica y amigos italianos, Absotec y LevelUpSuplementacion y Saioa: MUCHAS GRACIAS POR TODO.

Próximo evento deportivo: Camino de Santiago Sanabrés (desde Valladolid) en bicicleta (550km en 4 días).

Próximo evento maratoniano (si no hay novedades) Oslo maratón 16.09.2023 (pacer 3h)

Salud & kms