¿Y si hago por ser liebre en Malta?

Tengo tantos maratones en mente que podría decir que cualquiera está en mi cabeza para correrlo. El maratón de este micro-país sin duda era la mejor de las excusas para conocerlo, algo que tenía reservado en mi lista desde hace muchos años (cuando no era corredor). Revisando e-mails, me puse en contacto con la organización ofreciendo mi servicio justo cuando acabé el maratón de Valencia, mientras hacía el calendario del primer trimestre del año.

No costó hacerme un hueco para las 2h45 en el evento. Siendo ese mi trabajo, la opción de ayudar en Sevilla con el mismo tiempo a cubrir exactamente 7 días antes, ya no estaba entre mis planes; porque si algo tengo claro, es que mi compromiso es el de hacer un buen trabajo, y posiblemente pondría a mi cuerpo demasiado al límite con dos maratones en 7 días como liebre de 2h45.

El pasado 29 de enero corrí por las calles de Miami, y desde mi vuelta a España, mi preparación dejó de ser un mero mantenimiento como en otras ocasiones, ya que el ritmo para Malta sería más exigente que otras veces. 3’52/km no es moco de pavo. Series largas explosivas 30 segundos por debajo del ritmo carrera estaban poniéndome a punto para salir airoso de cualquier dificultad en la isla un mes después.

Seis días antes del evento, recibo un email informándome que mi tiempo deja de ser 2:45 y pasa a 3h. Mi gozo en un pozo. Dejé de ir a Sevilla por asegurarme una buena actuación en Malta, y eso, sinceramente no me sentó demasiado bien; pero de nuevo, con mis principios por delante, obedezco las nuevas pautas.

Como de costumbre, la crónica se centrará en la carrera y lo vivido en ella en primera persona, dejando un poco al lado el viaje, aunque he de meter la cuña, diciendo que 5 días en las islas han sido suficientes para empaparme en la riqueza natural y arquitectónica, visitando las ciudades más importantes y disfrutando y exprimiendo cada hora en ellas.

Mi viaje comienza el jueves con un vuelo directo y cómodo. Me hospedo en Sliema, ciudad en donde se encuentra la meta; de hecho, mi albergue (18€/noche) está a escasos 100m. Absoluta comodidad. Tras un paseo, me voy a descansar para madrugar al día siguiente y acercarme a varias ciudades (Mosta, Ir Rabat, Medina y Dingli). Por la tarde «Expo».

La «Expo» por llamarlo de alguna manera, es triste, sosa, mal organizada, y caótica. Cuatro mesas en la tienda deportiva de Intersport de la ciudad en la que hay bastante revuelo. Faltan docenas de dorsales, la gente de agolpa para pedir información, no hay demasiadas soluciones, e incluso a algún corredor le dan dorsal del año pasado porque los de éste no están preparados. De locos. Yo por suerte, me hago con todo lo mío, pero no sin antes «discutir» un poco. Según dicen, la camiseta de «pacer oficial» es la única que me corresponde, y no me otorgan la camiseta del evento porque como ya tengo una, me tengo que conformar… después de hablar con el director me la conceden. Me voy sin más miramientos, no fuese a ser que se complicara más la cosa.

Tras meterme en la cama a las 8 de la tarde, el día M ha llegado. el recorrido es lineal, por lo que a las 5:40 nos montamos en los autobuses que nos llevaran a la zona de salida, en la antigua capital del país, Mdina. Por suerte, Ana Ramos, madrileña afincada en Londres, que conocí pocos días antes por RRSS, monta en mi mismo autobús que yo y compartimos viaje (y momentos previos a la salida). Coincidimos en tiempo y espacio en los maratones de Venecia y Valencia y no falta conversación. Una vez en la explanada, todos los corredores nos resguardamos del frío y del enorme viento que hay. 40km/h nos dan unos maravillosos buenos días y hacen dudar se si podré cumplir mi objetivo. «Sólo fracasa quien ni siquiera lo intenta». Tras recogen mi globo personalizado deseo suerte a mi nueva amiga y me pongo en primera fila. Sólo coincido con mi buen amigo italiano Andrea, que también es pacer en el evento; los demás, siete en total, no sabemos nada de ellos. Sin foto oficial de liebres, sin presentación o ese tipo de actos que tanto nos gusta, nos vamos a nuestro lugar.

Pistolezado de salida!! el recorrido es tendido hacia abajo, empezamos a cota 245m y acabaremos en 0, pero eso no iba a implicar que todo fuese cuesta abajo. Los repechos serán largos y tendidos. Desde el comienzo, mi grupo es «majo», somos unos 15 corredores que buscan mi rebufo. Comenzamos dando una vuelta a la mencionada cuidad, alejándonos por momentos y disfrutando de unas vistas absolutamente maravillosas con la fortaleza al fondo. El viento, efectivamente, es un gran problema, pero nada comparado al caos vivido durante los primeros 26 kilómetros: TRAFICO ABIERTO. Bien es cierto que hay muchos voluntarios en los cruces de carreteras, y que el recorrido esta debidamente marcado en el suelo con flechas fluorescentes, pero los coches hacen peligrar por muchas veces nuestra integridad, y eso a mí me pone muy nervioso. El viento no cesa, los avituallamientos cada poco más de 5k son generosos y bien organizados con botellas de agua abiertas. Mi grupo aguanta los repechos y sigue detrás de mi. En el kilómetro 16 comienza el primer golpe, una subida tendida de algo más de 2 kilómetros hacen que haya que bajar el ritmo para no romper el equipo. Durante los siguientes cinco, recuperamos lo perdido. Es un constante sube y baja, y los falsos llanos, para un pucelano como yo, no son tan falsos llanos, pero aguantamos a ritmo. La media maratón se pasa en unos perfetos 1:29:45.

El evento comprende maratón y media maratón; la salida es simultanea. Con esto quiero hacer ver que el entresijo de recorrido hecho hasta este momento es infumable, ya que hasta 3 veces pasamos por el mismo punto. Un curso laberíntico que me hace pensar en más de una ocasión si vamos por el camino correcto. En el último giro, comenzamos a ver al fondo la estampa idílica de las ciudades de Sliema y La Valeta con un bonito skyline de las cúpulas con el Mediterráneo al fondo. En ese puinto, comenzamos a pasar a los corredores más rezagados de la media maratón. Por fin vemos gente. Empieza a subir la temperatura y los avituallamientos se hacen aún más imprescindibles. Sólo quedan 6 corredores y un servidor en el grupo de las 3h, pero se les ve bien. Tras otros tantos repechos en los que anteriormente aviso a todos mis chicos, que no vamos a forzar en las subidas para tener los últimos dos kilómetros más fuertes y así entrar en tiempo, nos vamos adentrando en el malecón. Se respira ambiente maratoniano, algo que faltó durante toda la carrera. kilómetros 41 y 42 en 4’05 para que con una sonrisa permanente entro por el arco de meta con un tiempo oficial de 2h59’56».

De nuevo, primer español en meta (no era complicado), posición 23 absoluta y una alegría inmensa de guíar perfectamente en un maratón con un fuerte viento. Mis pies, pagaron las bajadas y los cambios de ritmos, pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil.

Tras colgarme la gigante medalla finisher, pequeño recovery, y turismo a La Valeta. Lunes con visita a la Isla de Gozo y martes la otra parte de La Valeta y Floriana.

Volveré a correr Malta?!, seguramente sí, porque «correr para viajar o viajar para correr» es un buen eslogan para repetir. Hay muchos puntos a mejorar, pero merece la pena el viaje.

Con éste, uno de los viajes maratonianos más completos y exprimidos; mi maratón número 40 se dio cita en Malta, porque cuando te preguntas ¿y si soy liebre en Malta?, sólo hay una posible respuesta: VAMOS A INTENTARLO.

Próximo 42k el 5 de marzo en Bolonia, siete días después.