EL ÉPICO DE ENTRE LOS ÉPICOS !!!
No cabe duda que el maratón de Reggio Emilia 2024 se proclama como el más épico entre las 28 ediciones que se lleva organizando, y yo, en esta ocasión lo aseguro por encima de mi ente.
Correr Reggio Emilia tiene una sencilla explicación, y es que como otras veces que mi amiga neoyorquina Julia viene a Europa, compartimos 2 maratones consecutivos. Tras Pisa, que es el preferente, no hay nada interesante, y antes, la única opción viable era el protagonista de esta crónica. Ya adelanto que todo lo que escriba se va a quedar corto, porque leerlo no es lo mismo que vivirlo, aunque los buenos lectores dicen que se meten tan dentro de un libro que lo sienten; esto no es un libro, pero intentaré redactarlo de la mejor de mis maneras.
Como comentaba, tras hablar con la americana, Reggio Emilia estaría en mi lista casi interminable de maratones 2024. Tengo contacto, y muy buena amistad con quienes mandan allí, y la invitación como marcapasos era inminente, pero para mi sorpresa, el pacer más rápido en este maratón, siempre es 3h15. Correré por libre, dije varias veces en varias Ferias de Corredor de distintos maratones en los que hemos coincidido anteriormente. Entre otras, mi buen amigo Andrea Bruca, me preguntó que si iba a ir allí, y al comentarle el tema de pacers, el me regaló un pectoral; a cambio, le propuse que me hiciera una equipación con su empresa. Sin titubear me dio el ok y se puso manos a la obra.
Mi viaje, ya que coincide con el puente de la Constitución, comienza el jueves tras hacer unos cambios en el trabajo. Después de doblar turno de tarde a mañana el miércoles al jueves, me voy directo al aeropuerto de Madrid para llegar a Barcelona y hacer noche allí. Por la mañana, entrenamiento por la Carretera de las Aigües y tras un paseo por Barcelona, prendo un vuelo hasta Milán.
En la ciudad de Lombardía me espera Astrid, quien me dará cobijo la misma noche, pero antes no podría faltar un buen turismo por el Duomo con toda la ciudad volcada con las fechas que se acercan. Un entrenamiento gélido a la mañana y Astrid, Julia y yo tomamos un autobús para ponernos en exactamente 2 horas en la ciudad de Reggio Emilia. No se me va a olvidar este nombre.
Lo primero check in, y nos dirigimos a la Expo, situada en el Palazzeto Guilio Bili, en el centro de la ciudad. La Feria de Corredor bastante correcta, con Parmeggiano Reggiano a la cabeza de los patrocinadores. Huele a queso de calidad, lo reparten, lo degustamos junto a vinos de la zona. Recojo el dorsal, y Bruca me da la maravillosa equipación fabricada para la ocasión. Saludos interminables con los pacers del evento, a quienes conozco perfectamente de otros eventos, y grandes amigos que se han dejado caer por este maratón tardío del año y famoso por el frío que suele hacer. Tras este bonito momento, nos vamos a cenar «en familia» en compañía también de Silvio.
El dia R.E ha llegado. La previsión de tiempo una semana atrás era de frío; bastante frío, pero sólo frío. Ahora, todo ha cambiado. Ha estado absolutamente toda la noche lloviendo, y el diagnóstico es de nieve. Hay 3 grados, viento y no deja de jarrear agua. Mi ropa elegida para el evento, aparte del regalo de la camiseta era la de siempre: pantalón corto, las medias y la visera, pero había metido en la mochila un buff y unos guantes de lana. Me calzo las zapatillas de goretex que llevaba y el poncho para mojarme lo menos posible hasta el Palazetto en donde dejaremos nuestro enseres, pero no es suficiente. Cae agua como si hiciese falta y eso hace que en 20 metros de la salida del hotel ya esté empapado. Comenzamos a las 9, y a las 8 ya estamos en el polideportivo. Nos preparamos, y apurando mucho más de lo normal la hora, nos vamos en fila hacia la zona de salida, la Piazza della Vittoria…buen nombre !!
Estoy helado por lo que me pongo a calentar un poco, cosa que no suelo hacer nunca. No sirve de nada. Solo quiero empezar a correr. Poco duró ese deseo, porque comienza a soplar aún más el viento. Hay una bonita puesta en escena por parte de la organización, con una bandera tricolor de considerables dimensiones que pasa sobre las cabezas por lo largo de toda la marea de corredores. Me coloco en primera fila y suena el pistoletazo de salida.
Me había preocupado de leerme el reglamento del evento con la sorpresa de que para los 10 primeros corredores en entrar en meta habría premio económico, pero sinceramente todo fue una bonita imaginación. No estaba el horno para bollos. Para nadie, por lo que salgo a un buen ritmo.
Una pequeña vuelta de 1’5 kilómetros para volver a pasar por el punto de partida. Nos vamos alejando de la plaza y comienza el slalom. Grandes charcos que sorteo con cuidado y atención. Obviamente estamos aún en la ciudad y se pueden intuir pese a la que está cayendo. Los primeros kilómetros, más bien llanos los hago a buen paso. Aunque estoy empapado de arriba a abajo, mantengo el paso en unos bonitos 3’50/km. Realmente voy cómodo, y poco a poco, voy adelantando a algunos corredores que se envalentonaron en la salida. Hasta el kilómetro 5 permanecemos por el centro de la ciudad. Reggio Emilia es el corazón, junto con Bolonia, de la Región de Emilia Romagna, por lo que la arquitectura mantiene esas bonitas estructuras.
Los avituallamientos son muy cortos, con una sola mesa en las que hay agua, isotónico y té caliente. Recuerdo perfectamente que los de los dos primeros los cojo aunque con bastante dificultad. No siento mis manos. Los guantes de lana hacen que además de retener el agua dentro, no evacúe y con el frio que hace empiece a salir escarcha por fuera. Al sexto kilómetro ya estamos fuera de la ciudad, y eso significa que no hay más que campo. El viento se ha multiplicado, ladeado y con rachas de 35km/h. Llegamos a Caviolo, un pequeño pueblo. No hay animación alguna…realmente, quién va a estar en la calle según hace ?!
Kilómetro 16 y con él una de las anécdotas de la carrera. Los cauces de los arroyos de ambos lados de la carretera por donde vamos están completamente anegados, y corre el agua desbordándose en todo momento. En las constantes subidas, el agua salta y llega a estar con un nivel de 20 cm. Estamos literalmente corriendo por encima del agua, pero eso no es todo; como decía, en el 16, motivado por mis constantes adelantamientos, veo a dos corredores a unos 100 metros por delante de mí. Pese a la tromba de agua, intuyo un perro de grandes dimensiones a sus lados, y éste comienza a atacarles. Los corredores se asustan y uno cae por un terraplén de unos dos metros de altura hasta la tierra inundada, se levanta a malas penas y el agua embarrada le llega por la entrepierna. El siguiente a pasar por delante del perro soy yo, pero me lo pienso un segundo y paro en seco. – Se jodió el maratón- suspiré en voy alta. Venía un grupillo de 6 maratonianos, y continué con ellos. – si muerde a alguien, que no sea a mí- pensé. Y así sucedió. El enorme pastor alemán, atacó a cada uno de nosotros con la fortuna de sólo ser un gran susto. Sólo fueron unos 30 segundos los que me paré, pero me hicieron quedarme aún más frío. Comienzo a correr y lo hago encogido. Ya lo estaba desde el principio de la carrera, pero ahora mucho más. Mi cuello parece el de un violinista tocando una tocata, mis puños los llevo apretados, y mis antebrazos comienzan a responder en forma de fuertes calambrazos. La odisea se hace protagonista, pero no menos que al llegar al pueblo de Montecávolo, en donde está nevando con una fuerza siberiana. Había perdido mucha energía hasta esta población ya que todo el recorrido hasta el momento había sido ascendente. Allí, la nieve ha cuajado, pero con el paso de los coches de señalización y demás, lo que hay más bien son barros. Cada vez que me da la tos, tengo que parar; el estado de rigidez que tengo en todo el cuerpo me ha afectado a la parte abdominal y tengo que parar cada vez que intento toser, parando hasta 8 veces. Toso y sigo, pero no hago vida del momento.
Lo único de lo que mis ojos estaban atentos era del suelo y mi cabeza quería intuir por dónde era menos peor pisar, pero de repente alzo un poco la mirada y veo a un montón de gente parada. Corredores, más bien. Con plásticos. Sinceramente no me había preocupado demasiado de ver el recorrido, y resulta que en Montecavolo salía la distancia de media maratón hacía Reggio Emilia. Incomprensiblemente para mí, y realmente con muchísima fortuna, exactamente en el momento de pasar por su lado, dan su pistoletazo de salida, por lo que ahora ya no voy sólo. Cierto es que me adelantan fugazmente con lo que conlleva eso: salpicaduras de nieve y hielo. Los 10 cm de nieve embarrada son nuestros aliados y cada vez que una pisada pasa a mi lado, mis piernas, esas que no siento, sufren una especie de martillazos. Habían quedado doloridas del rato de granizó hacía una hora y ahora además de molesto es aún más doloroso. Miro mis guantes y una capa de 1 centímetro de hielo adornan cada falange. Del frío, la moquera es constante, pero no soy capaz de taparme un agujero de la nariz para echarlos. No siento nada. Cierto es que reitero mucho que me duelen las piernas, lógicamente los pies están como uno se puede imaginar llevando unas zapatillas de carbono con una fina tela, pero estoy «fresco». «Fresco» en el sentido que aunque no había ingerido ningún tipo de suplementación, y apenas había bebido unos sorbos de té ya no tan caliente, tenía un buen ritmo en las piernas, que se ve incrementado en el intento afortunado de seguir el ritmo de la segunda fémina en carrera de la media maratón. Ahora todo es bajada y aprovecho para acelerar el paso. Ritmos rozando los 4’/km, frenando bastante en algunos repechos en los que un rio de agua cubren la calzada. Algunos puntos con 30 cms, algo impensable para mí.
Últimos kilómetros y los calambrazos en los antebrazos, trapecios y cuello son devastadores; me paran por completo para ir renqueante por las calles de Reggio Emilia. Voy dejando atrás uno a uno los carteles kilométricos, y cuando voy a traspasar el del 41, oigo a un corredor venir detrás mío. Había estado mirando cada uno de los pectorales de quienes me adelantaban, concediendo todos en el de la media maratón, pero en este caso, también era de color blanco. Lo siento pero no; acelero para hacer el último mil en 4 minutos raspados y entrar en una meta inundada en la misma plaza de donde salí hacía exactamente 2h57’26».
Veinte segundos parado bastaron para que mi cuerpo comenzara a reaccionar de todo lo sufrido, y comienzo a entrar en hipotermia. Temblores incontrolados y convulsiones que no puedo hacerme con ellas. La parte izquierda de mi cuerpo tiembla, mientras me cuelgan la dolorosa medalla. No puedo caminar. Las chicas que estaban con las medallas me ven y me indican el camino hacia las duchas, pero mi cuerpo no responde. Sólo me sale una palabra: aqua. Voy hacía el avituallamiento post-meta y tal era el panorama en el evento, que las emergencias están colapsadas y no hay más. Dos mujeres me dan té caliente y chocolate, y me hacen un sándwich … pero no un sándwich de comer, sino con sus cuerpos. Juntan sus cuerpos con el mío para darme calor, mientras una tercera me frota las piernas. Parece que me reanimo un poco. Y con ayuda de dos corredores que iban al Palazetto camino encogido los interminables 300 metros hasta él. Allí, una merecida ducha y «como nuevo».
Ya recuperado comienzo a enterarme un poco de lo que sucede alrededor. Miro mi crono, la clasificación, recojo mi premio por ser sub3h (cuña de queso y productos típicos de la zona), saludo a compañeros y amigos, para acto seguido caminar hasta la estación de tren, y de allí a Bolonia para prender mi vuelo de vuelta a casa.
Algunos detalles de la carrera y algunos números:
- 1150 abandonos de 2230 participantes
- 300 casos de hipotermia.
- – 4ºC con nieve, granizo, lluvia y 35km/h de viento con 580m de desnivel acumulado.
- 17º absoluto
- 86º maratón en total
- 29º maratón del año
- 21º maratón italiano en total
- 9º maratón italiano del año
Por todo esto, y por más detalles que se quedan en el tintero, se corona el 28º maratón de Reggio Emilia como el más épico de los épicos, en que sólo llegar a meta era una victoria.
Agradecimientos muchos y variados, comenzando por las hospitalidades de Gisela, Jaume y Astrid. La bonita compañía de Julia, el querer de los amigos, a Bruca por el equipamiento y el pectoral, y sobre todo y en cabeza, a los voluntarios y voluntarias que eligieron pasar frío para ayudar en todo lo posible para el transcurso de este complicado domingo incluso cuando las emergencias se colapsaron y se acabaron las mantas térmicas. Enhorabuena a todos los participantes no sólo que llegaron a meta, sino a los que se atrevieron a ponerse en línea de salida.
Me preguntaba si realmente compensa, y la respuesta es absolutamente contundente: SI.
Próximo evento maratoniano, y el último del año: Maratón de Pisa el 15 de diciembre como pacer 3h.
Salud & kms