SALIÓ PERFECTO PARA CÓMO EMPEZÓ TODO !!!

El subtítulo de esta crónica es sin duda el adecuado en lo que a mi experiencia se refiere en el 43º Maratón de Valencia y para entenderlo, necesitare no más que un párrafo, y así meter en situación:

Tras el maratón de San Sebastián como liebre de 2h45 la semana anterior, mis piernas habían salido airosas de la ciudad guipuzcoana, la recuperación tanto el lunes como el martes eran acorde con cómo estoy entrenando en estos momentos con maratones en semanas consecutivas, basándolas en mantenimiento puro y duro, con sólo un día de calidad. El primer problema viene el martes. Durante mi jornada laboral, un sobreesfuerzo apretando una tuerca con una llave, hace que mi antebrazo se lastime; diagnóstico: elongación de los extensores del antebrazo izquierdo. Por suerte no se llegaron a romper como ya sucediera hace 4 años. El dolor y la inflamación me obligan a coger la baja y estar con tratamiento además de una sujeción permanente para inmovilizar la musculatura. La semana preparatoria para Valencia, estaba siendo bastante complicada, sin meter volumen, ni calidad. Todo fluye según la previsión, y el viernes cojo el alta. Mi antebrazo ha mejorado bastante, y teniendo en cuenta que durante el fin de semana no trabajaba, la médico, me da el visto bueno. El viernes comienza mi viaje a tierras valencianas. Había estado toda la noche lloviendo, pero a la hora de ir a la estación de tren (6:30) había tregua, por lo que desenclavo una bicicleta eléctrica municipal y a la máxima de velocidad que me permite (28’6km/h) recorro los 4 kms que distan mi casa de la estación de AVE, con la mala fortuna de que con el manto de hojas que hay en el suelo, la rueda trasera derrapa sola y caigo. Atontonado me levanto, una fortísima contusión en la parte derecha de mi cuerpo me asusta. La cadera es lo que más me duele, pero van saliendo malestares poco a poco; el dedo meñique no lo siento, en el codo siento humedad (está sangrando) y el latigazo que da mi cuello al cochar la cabeza contra el suelo, me deja KO. Empezamos bien!!!

Una vez en el AVE, el trayecto Valladolid – Valencia es muy ameno, pues mi amigo Carlos, y director de Absotec, también baja a disfrutar del maratón. En 3 horas me presento en la cuidad del Turia y voy directo a la Expo.

La Expo, a diferencia del año pasado, se da cita en la Feria de Valencia, apartada de la urbe y no con el mejor de los accesos, pero sin duda, para mí, un gran acierto. El pabellón nº5 es muchísimo más amplio que los espacios de la Ciudad de las Artes y las Ciencias como en años anteriores y esto permite, entre otras cosas lo siguiente: una recogida de dorsales verdaderamente amplia, entrega de camiseta de la misma manera y una cantidad maravillosa de stands de productos tanto textiles, de suplementación como de oferta otros maratones. Tenía decidido pasar toda la mañana allí, ya que tenía trabajo. Ayudar en el espacio habilitado para ofrecer información del Maratón de Roma era mi cometido. Allí volveré a correr el año próximo su maratón, por cuarta vez y de nuevo como pacer 2h50, y el trato que recibo por parte de la organización merece mi ayuda (aun más en mi país). Además, tenía varias reuniones presenciales con los organizadores de algún que otro maratón europeo. En mi salsa, vamos !!!

Tras una bonita y productiva mañana, a las 17:00 tenemos presentación de liebres. Eva, la coordinadora, estaba haciendo un trabajo absolutamente impecable, y por primera vez, el maratón de Valencia iba a presentar a los marcadores de ritmo de su evento. Uno a uno, subimos los presentes, nos entregan nuestra bandera, y nos hacen la foto oficial. Somos 18, y con los 4 que faltan, sólo 22 liebres para un maratón de 33000 corredores – en Roma o Venecia, con la mitad de participantes, somos más de 250 pacers -.

Saioa había llegado justo a tiempo; ella, aunque no corre, no duda en compartir viaje también por aquí. Qué valor, ser testigo de este macro evento desde la barrera!! Otra vuelta más por la Feria de Corredor, y nos vamos a Algemesí. A Algemesí por varias razones; la principal es que el organización de Valencia no me ayuda con los gastos del viaje. Teniendo en cuenta que soy forastero y tengo que costearme el viaje, tanto el trayecto como la pernocta; por lo que como sucediera el año pasado, mi buen amigo Mario (y Esther), me ofrece cama en su casa, que aunque ésta está a 35 kms del centro, no dudo en acomodarme con ellos.

El sábado toca madrugar. Se celebra un entrenamiento/activación a orillas del Turia organizado por Bimbo. El Breakfast Run nos invita a un rodaje de media hora y a un desayuno basado en un sandwich, una barrita y un coca-cao bebible. Tras un paseo por el complejo de Calatrava, de nuevo nos vamos a la Expo a disfrutar de la Paella Party y pasar otra vez por el stand de Roma. Con un paseo por la playa de la Malvarrosa despedimos el bonito día.

El día V ha llegado. A las 6 y poco de la mañana me desvelo y por 56ª vez me pongo el traje de faena para correr mi querida distancia. A las 8:25 es mi salida, el segundo cajón. Me junto con Marc poco antes y entramos en nuestro box, el rosa. Un poco apurados de tiempo recorremos los aledaños para ponernos en primera fila, y como es habitual, suena la canción de «Libre» de Nino Bravo mientras sale la primera oleada. A falta de 5 minutos para el pistoletazo de salida llego a primera fila, con mi vela brincando entre las cabezas.

La salida es caótica, pero de esto no se habla. Marc se coloca en la parte izquierda del puente y yo en la derecha para que cuando se active el crono, recorramos 600 metros y nos juntemos, pero…

…a falta de 3 minutos, el juez que está en mi lado del puente alza la mano enseñando 3 dedos, y un minuto después hace lo mismo con dos, pero justo en ese momento algo explota. Un sonido similar al del fogueo nos confunde y las primeras filas salimos a la carrera. Los jueces y organizadores están dentro del recorrido y los arrollamos. Cientos de corredores paramos en seco a los 20 metros de la línea de salida, pero ya es demasiado tarde porque toda la oleada viene (ellos no se han enterado de lo ocurrido). Miramos al otro lado del puente y vemos que ellos siguen, por lo que con esta situación tan loca, activamos los GPS’s y comenzamos el maratón.

Con este desfase de segundos, acelero en el primer kilómetro para juntarme a mi pareja de baile. En el hito, el reloj del barcelonés, que lo activó con la falsa salida suena en 4’02, y el mío en 3’50. Intento pensar qué ha podido pasar, si realmente había sido una salida limpia, o un error, y llego a la concusión que es un error. Veo dos claras razones: los jueces no estaban apartados y no llegó a sonar Nino Bravo. Igualmente seguimos.

Mi grupo ha perdido 12 segundos y se lo hago saber a todos los que tengo alrededor. Marc y yo nos presentamos rápidamente, llevamos a cientos de corredores en volandas. Los parciales son absolutamente perfectos, los 4’/km están tatuados en nuestras piernas y todo el grupo lo está viviendo. Insitu lo viví, pero al ver los tiempos oficiales, éstos me dicen que pasé los 5k en 20:04, 10k en 40:04, 15k en 1:00:09, y media maratón en 1:24:38. El curso ha cambiado algo respecto al año pasado, y a mi parecer, sigue teniendo la sensación de estar bajando durante todo el recorrido. Los cambios de dirección de 180º son perfectos, ya que se usa toda la amplia avenida. Sin duda Valencia es la perfección para correr. Los avituallamientos están a la altura de Chicago (los mejores que he vivido), más de 300 metros y con voluntarios con unas pautas perfectas para asistir a los 33000 corredores. En cuanto a las vistas del recorrido, parecido al año pasado; para mi gusto, no demasiado bonito, amplias avenidas y muy fácil de correr. La animación repite aprobado con nota, decenas de batucadas, charangas y speakers ponen guinda en el recorrido.

Nuestro grupo, uno de los más grandes que he llevado nunca sigue inmóvil, disfrutando del maratón, y disfrutando de nuestro impecable trabajo, pero no se imaginan la sorpresa que tengo preparada. Aquel megáfono con el que animé a los londinenses este año, estaba esperándome en el pk29; Saioa me lo iba a dar y así sucedió.

30 kilómetros los hace cualquiera, pero ahí sabemos todos que es donde empieza realmente el maratón y mis ánimos con el artilugio iban a llegar a todos los presentes. Aviso al catalán que voy a empezar a subir y bajar del grupo para meter a quienes les hace falta un poco de mi ayuda. El buen entendimiento con mi compañero es perfecto y esencial; ya son muchos bailes juntos (Barcelona, Donosti, Beirut, Roma, Venecia, Pisa…) y eso se nota.

Ya por el 38 comienzo a comentar al grupo que nos vemos en meta, que le den un punto más a sus piernas. Agradezco la confianza depositada en mí y acompaño a quienes todavía tienen dudas. En el 40, me dejo la voz. Me la desgarro gritando que el último 2000 lo hagan a matar. La meta ya se ve, o al menos se intuye. Todos los presentes hemos visto miles de veces lo que es la llegada en Valencia, y es el momento más esperado del día. Esa alfombra azul que te pone la piel de gallina, esa plataforma sobre el agua que te emociona a cada zancada, esa línea de meta que a un porcentaje altísimo de corredores, sus relojes marcan «personal best». De las mejores metas que un maratoniano puede tener.

Brazos en alto, chocando manos, emocionado y feliz, cruzo la finish line con un tiempo oficial de 2:49:56. Ahora, docenas de corredores me están esperando para abrazarme, mientras con lagrimas en los ojos y sollozos, me dan las gracias por mi trabajo. Por eso amo ser liebre.

Para mí, todo lo que rodea al maratón de Valencia es positivo, excepto que ser liebre de 2h50 en un maratón, cuyo presupuesto es incalculable, me genera mucho coraje a la hora de no recibir una ayuda para costearme los gastos que tengo. Ser liebre a estos ritmos es un trabajo exigente se mire por donde se mire, y aunque no es obligatorio correr, deberían pensar en la labor que hago (hacemos), más siendo forastero. Claro que si el mismo domingo, leo la noticia comunicando que Roig ofrece a quien bata el record del mundo en Valencia con un millón de euros, agrava mi pensamiento. Qué suponen 200 euros ?!?! Absolutamente nada. Ser liebre en Valencia, da caché. Ser liebre en Valencia, es el sueño de todo pacer.

Agradezco a Eva haber contado conmigo de nuevo para este menester en el maratón de España y top10 del mundo. Su trabajo ha sido impecable de principio a fin; a LevelUpSuplementación por la gestión de carrera; Absotec por el apoyo, Mario y Esther por su hospitalidad, a Enrique y su familia por los buenos gestos, y a Saioa por este viaje y a todos los que en algún momento del fin de semana se han molestado en saludarme y charlar conmigo. Siempre digo que no voy a hacer carreras nacionales, pero con días como el vivido en tierras valencianas, me han pensar en esa «ley» mía.

SALIÓ PERFECTO PARA CÓMO EMPEZÓ TODO !!!

Próximo maratón y último de este año: Pisa, como pacer 3h, en el que será el numero 20 del año y el 57 en mi cuenta personal.

SALUD & KMS