QUERIDOS REYES MAGOS…
Maratona di Crevalcore estaba ojeada desde hace unos años. El porqué es sencillo: siempre se celebra el día de Reyes; festivo, por lo que la opción de correr en el pueblo vecino a Bolonia entraba en mis planes sin ningún problema laboral, aún sabiendo que no iba a ser el mejor maratón del mundo. Este chascarrillo viene porque todos mis amigos italianos no daban crédito a que fuese a correr allí. Un maratón pequeño, familiar, con un recorrido triste y seguro al 100% que el tiempo fuera frío. Independientemente de de toda esta información, decido correr allí aprovechando mis vacaciones navideñas.
Todo iba a ser muchísimo más complicado de lo normal, puesto que la manera de llegar, no sería otra que empalmando un maratón con otro:
En el primer segundo del año, la media noche del 1 de enero, corrí el maratón de Año Nuevo en Zúrich, como ya relaté en mi anterior crónica; tras el evento, la entrega de premios y volver al hotel a por la mochila, y habiendo dormido escasos 50 minutos, me dirijo al aeropuerto de Zúrich para prender un vuelo a tierras italianas. Todo habría sido más fácil si hubiera aterrizado en ciudades como Bolonia, Venecia, Treviso, Milán…o sea, el norte del país, pero al chequear los vuelos, no estaban al precio al que acostumbro a volar, por lo que eché un vistazo a otros destinos de «la bota». A mi sorpresa, Zúrich – Nápoles cuesta 14€. Ir a la esta costera ciudad me pareció una idea absolutamente perfecta para conocerla y aprovechar mi estancia para visitar Pompeya (uno de mis deseos de mi lista de cosas por hacer), por los que mi ida a Italia estaba más que clara. Aterrizo en el aeropuerto sobre las 11 de la mañana, me dirijo al hostel para hacer el chek-in a las 14:00 y así descansar un poco (aún no había dormido desde las 7:30 del día anterior). Tras la siesta de 2 horas, turismo. Tres días más por la zona, yendo uno de ellos a la cuidad arrasada por el Monte Vesubio en el año 47, me dejan maravillado, aunque diré que Nápoles es Nápoles. Especial.
Desde la ciudad volcada con el «10 argentino» hasta Bolonia voy en autobús, ya que el tren que ojeé en su día había multiplicado por 8 su precio. Asombrosamente, el viaje de casi 9 horas, me cuesta 9€. Llego a Bolonia y allí me espera mi buen amigo Stefano para ir a su casa y así pasar las siguientes tres noches.
Recapitulando cómo me encuentro, tras el maratón de Suiza, día y medio sin dormir, 4 días de turismo a todo trapo por Nápoles y alrededores, y un larguísimo viaje de autobús. Un descanso nulo, una mala alimentación, y unas piernas agotadas, entre otras cosas por la falta de entrenamiento cruzado en bicicleta que tanto acostumbro a hacer después de los maratones. Todo pintaba muy regular.
Una vez en la bella región de Emilia-Romagna, el turismo no decae, pero cada vez estoy más descansado.
El día C ha llegado. Crevalcore es un pueblo pequeño situado a unos 40 kilómetros al nortoeste de Bolonia. El dorsal lo recogemos previo a la carrera. El 48 !! Mis grandes amigos Marc y Oliver se han dejado liar para correr por aquí también. No ha dejado de llover desde el día anterior y la temperatura es de 3 grados. Estamos en el pabellón mientras nos aviamos para el baile mientras se acerca la hora.
A las 9:02 da comienzo este 42k, y poco antes nos colocamos en la línea de salida. Ya estoy helado. Todo bastante informal, pues no hay chip para el cronometraje, aunque sí jueces de tiempo. Los presentes, nos deseamos suerte y comienza el que para mí es el segundo maratón del año y 59 en mi haber. Tras una primera vuelta a la pista de atletismo, salimos de ésta para comenzar a atravesar el pueblo y perdernos por las carretera terciarias bien asfaltadas pero sin nada alrededor. El tráfico está abierto, aunque hay una buena cantidad de voluntarios regulando el tránsito. Agarro una quinta posición durante los primeros kilómetros y sigo a un ritmo constante y cómodo, pese a la lluvia, de 3’45-3’50/km. A los primero los veo, pero cada vez más alejados. De vez en cuando miro hacia atrás para echar cálculos, y aunque queda mucha carrera, no veo a nadie a la vista. El kilómetro 6 es nuestro punto crítico: tenemos un tramo de poco más de 2 kilómetros por un camino absolutamente embarrado. Cuesta mantenerse en equilibrio a cada zancada. La lluvia es incesable, y en esta parte, el viento sopla de cara, con nada más y nada menos que 20km/h. Dejamos esta parte de cross, para continuar por el difícil recorrido. Los avituallamientos, colocados cada 5 kilómetros son correctos, aunque desde lejos, llegando, tengo que avisar de qué quiero tomar, ya que entre los vasos, los hay de agua natural y con gas, coca cola, y té caliente. Mis manos están absolutamente congeladas y me cuesta cogerlos. Por el pk16 tenemos la única subida. Larga y tendida entre comillas, pues tenemos que salvar el paso de la autopista. Son unos 300 metros, con 20m de ascenso, que rompen el ritmo, pero que salvaguardo con creces. Justo al bajar, cojo con muchísimas dificultades el primer gel, y a duras penas lo abro (tardo más de 10 minutos en ello). Con el ultimo avituallamiento antes de la primera vuelta, lo tomo. El paso de la media maratón es de 1:22:02 (habiendo sido de 37:58 el de los primero 10k). Todo va en orden, pero el viento y el frio ha aumentado, y el cansancio en mis piernas, quizá por esa última intensa semana, me esta pasando mucha factura.
Maratones como este, dan para tirar de cabeza más que de piernas. La soledad (36 kms), y las condiciones que se presentan no ayudan demasiado, y mi ritmo se rompe por completo. Miro hacia atrás, y aún no veo a ningún corredor. Vuelve a aparecer, ahora ya en el 27, el temido camino; mucho más embarrado e intransitable, pero hay que poder con él. Las zancadas son cortas y pesadas. Resbalón tras resbalón, los más de 2000 metros van recortándose y eso me da un punto de fuerza moral, pero es una perfecta imaginación. Me ha dejado muy tocado y mi ritmo ahora es de un 4’15/km constante. El segundo gel es imposible abrirlo; pero con otros 10 minutos lo consigo a malas penas. Ahora sí; en un giro de 90º, echo la mirada atrás y veo a dos corredores que me pisan los talones a unos 500m. El agotamiento que tengo tanto físico como mental, hacen que según vuelvo a llegar al paso a nivel me plantee subir andando, y así sucede. Vuelvo a mirar hacia atrás, y uno de los maratonianos se junta a mí. Para mi sorpresa es Stefano.
A Stefano lo conocí en marzo 2023 en Bolonia. Fuimos compañeros de marcapasos ese día, y yo le llevé en Venecia a las 2h50. Tanto él como yo sabemos lo que es un maratón. Sabemos lo que es ayudar a un corredor, pero aún más cool, sabemos lo que significa ayudar a un corredor amigo. Post carrera, hablando con él, me decía que sabe perfectamente que yo también habría hecho lo mismo en el caso contrario. Stefano tira de mí y ponemos un ritmo crucero de 4’10/km, que ya hacía unos cuantos kilómetros que no conocía. Me dice que Marc viene detrás, y aunque somos unos grandes compañeros de baile, ésta vez, no quiero que me rebase. Mirada al suelo, aprieto los dientes, y al paso del italiano, conducimos hasta la meta. Le digo que se adelante, y él, muy deportivamente, me dice que el quinto maratoniano en entrar en meta será un español. Mil millones de gracias por el detalle.
Con todo esto, tiempo oficial 2:52:28 para un quinto puesto absoluto y segundo de mi categoría, en el segundo maratón en seis días. Entrada triunfal por el arco de meta, en donde estaba colocada la salida. Ese tartán encharcado, con los jueces de tiempo atentos a nuestras entradas, con ropa de agua, pero también con ropa de abrigo. Un par de fotos tiritando y nos vamos directos al polideportivo a ducharnos, comer y la entrega de premios.
Echando la vista atrás, en los 59 maratones corridos, he pasado un poco de todo: desde el calor de Miami, Venecia, Beirut o Helsinki, a la lluvia de Hamburgo, granizo de Ámsterdam, frío de Pisa, sueño de Zúrich, viento de Bratislava o Caen, humedad de Roterdam…pero puedo asegurar que nunca las he pasado tan canutas como este 42k de Crevalcore. Ni siquiera poder abrir los geles, agarrar de mala manera los vasos de agua, barro, viento, frío, cansancio, fatiga…considero en lo personal este maratón como épico.
Tras el sufrimiento, recuperación al calor del podio, y vuelta a casa.
Muchas gracias a LevelUpSuplementacion por la gestión de energías y Absotec por su siempre presencia en todos y cada uno de mis viajes, a Marc y Oliver por dejarse liar en otra aventura más, a los amigos italianos que estaban por allí, y sobre todo a Stefano y Giada por su hospitalidad. 1000 gracias !!!!! Y a los que están en sus casas pendientes también, por supuesto !!
Próximo maratón, 28.01.2024 Miami Marathon
SALUD & KMS